El enorme siniestro que afecta desde hace días a nuestras provincias de Colchagua y Cardenal Caro se ha fortalecido debido a la sequía que afecta a la zona.
Las empresas forestales no han tenido asco en plantar pinos, eucaliptos y otras especies no autóctonas con el objeto de explotar su madera, y por tanto, satisfacer sus sucios intereses económicos.
Los daños ambientales que estos árboles pueden causar van desde la esterilización de los suelos hasta la disminución de las reservas subterráneas de agua y la desecación de los ríos.
Los pinos provocan que el flujo de los arroyos se reduzcan, se pierdan pastizales, se eleve la acumulación de combustible y aumenta el peligro de incendios forestales. Pinos y eucaliptos extraen minerales de los suelos y subsuelos, como aluminio y hierro, intoxicándolos y acidificándolos.
\»Los pinos y eucaliptos tienen hojas más pequeñas que las de las especies nativas. Esto implica que ocupan una mayor superficie, tanto para la evapotranspiración como para la fotosíntesis. Es decir, al tiempo que pierden más cantidad de agua que las especies nativas, requieren más agua para llevar a cabo sus procesos de fotosíntesis\», publicó en 1996 una editorial del diario El Tiempo de Bogotá, que agrega que \»los eucaliptos requieren 1.600 toneladas de agua para estructurar una tonelada de madera. Cada uno de estos bosques elabora más de 34 toneladas de madera al año. Según la Sociedad, en tierras altas pueden llegar a consumir dos mil toneladas de agua por cada tonelada de madera que elaboran (ya que la evapotranspiración es más rápida)\».
Debe exigirse que, una vez extinguidos los incendios de la zona, la reforestación se haga con especies nativas, e intentar recuperar el ecosistema que alguna vez tuvo. Es evidente que los pinos y eucaliptos son nocivos, y resultan extremadamente dañinos.
No necesitamos palabras bonitas de un diputado que lo hace todo a través del micrófono de una radio. Necesitamos acciones concretas para recuperar nuestras provincias.