No es cuestión nueva. Ahora lo dice la BBC, lo dicen los grandes medios nacionales, pero no es cuestión nueva. En toda la zona campesina de Colchagua y Cardenal Caro predomina el silencio, la subyugación ante quienes pueden aplastarnos con una simple orden.
El caso de los curas es total y absolutamente aberrante, espantoso, y podemos agregar un sinfín de adjetivos que jamás podrán alcanzar para describir sus actos. Pero, una vez más, no es cuestión nueva. Era un secreto a voces: algunos escucharon rumores, otros padecieron en carne propia las vejaciones de quienes se llamaban mensajeros de un Dios que cada vez está más lejano y borroso, sin omnipresencia.
Quienes osaron hablar en contra de estos mini-dioses debieron enfrentar el rechazo y la amargura de ser perseguidos o castigados en su vida diaria por quienes, se supone, representan una deidad misericordiosa, amorosa y cariñosa. Hace años se habló de una red de pedofilia en Pichilemu. Se atrevieron incluso a figurar en medios de comunicación nacionales denunciando gravísimos hechos, ¿pero qué pasó? Todos se callaron, desde la fiscalía hasta la parlanchina de la esquina. «Que el curita es bueno», «él es bueno», decían algunos feligreses consultados por Emilio Sutherland a las afueras de la parroquia de Pichilemu, antes de increpar al ex-párroco; vergüenza debería darles.
No es cuestión nueva que seamos sumisos y nos quedemos callados ante los ataques, los abusos, la corrupción desatada de algunas autoridades, el sectarismo imperante. Pareciera que al común de los parroquianos no les importa su entorno, aún estando en peligro nuestra seguridad y nuestro progreso. Lo hemos dicho antes y lo seguiremos diciendo: como ciudadanos debemos tomar nuestro rol estelar en nuestras comunidades y demostrar nuestro rechazo hacia quienes nos buscan acallar o vilipendiar, sean unos afiebrados curas con una mano en la biblia y la otra en el órgano viril, o unos políticos con lengua y manos largas. Que caigan quienes tengan que caer.