Una de las grandes peticiones hechas por la ciudadanía en este mes de masivas movilizaciones será, por fin, una realidad. La base del actual modelo: la Constitución Política de la República.
La Carta Magna vigente en la actualidad fue hecha entre cuatro paredes durante la dictadura militar. Su ideólogo, Jaime Guzmán, fue muy hábil en establecer trabas para realizar cambios sustanciales al texto, que a pesar de numerosas reformas a lo largo de 39 años, mantiene su esencia: un Estado neoliberal, responsable del cáncer de la desigualdad en nuestro país.
La Constitución de Guzmán y Pinochet, validada con un plebiscito fraudulento en 1980, ha permitido los abusos más crueles en contra del pueblo chileno: la instauración del sistema de AFP, la privatización del agua, la desnacionalización del cobre, la privatización de la educación y el abandono de la enseñanza y salud pública.
Pero Chile dijo basta. Chile dijo ya no más. La Constitución de 1980, ilegítima en su génesis, será reemplazada por una hecha por las chilenas y chilenos en libertad. Para ello el Congreso, con la venia del Ejecutivo, ha planteado un itinerario claro para llegar a la instauración de una nueva Constitución para Chile.
El acuerdo se conoció esta madrugada. En abril se realizará un plebiscito que consultará a la ciudadanía si desea una nueva Constitución y qué órgano deberá ser el llamado a crearla: una convención mixta (integrada por ciudadanos electos para tal efecto y un grupo de parlamentarios ya electos) o una convención constituyente (símil a la asamblea constituyente, y que estará integrado completamente por ciudadanos electos para ello). Los constituyentes serán electos en conjunto con los municipales y gobernadores regionales en octubre de 2020, con el mismo sistema y distritaje con que se elige a los diputados.
La nueva Constitución será redactada en una hoja en blanco, sin la carta fundamental actual como modelo a seguir. La convención constituyente, sea cual sea el sistema electo, tendrá un plazo de nueve meses a un año para definirse, siendo disuelta una vez su trabajo concluya.
Esta es la oportunidad del pueblo de Chile para tener una Constitución que sea garante de un Estado más justo, más humano y sobre todo, que posea con sintonía con la realidad.
En primer lugar, sin lugar a dudas, deben garantizarse de manera definitiva los derechos a la vivienda; a una vejez digna; a la educación; al acceso al agua; a vivir en un medio ambiente libre de contaminación.
El Congreso debe ser unicameral, simplificando la discusión de las leyes y su eventual promulgación, terminando además con el derroche innecesario de dinero que implica el mantenimiento de dos Cámaras. Debe establecerse también la imposibilidad de reelección tras dos períodos, en el caso de los diputados, y solo uno en el caso de los senadores, si se mantiene la Cámara Alta. El parlamento, además, debe ser empoderado, permitiéndole tener un rol más importante en la creación e implementación de políticas públicas, ya no solo como buzón de las iniciativas del gobierno.
En materia de descentralización son muchos aspectos los que podrían ser perfeccionados. La actual regionalización, puesta en entredicho durante décadas, debe ser replanteada: una división político-administrativa acorde a los tiempos actuales, que potencie a las comunidades y no solo empodere a la capital nacional, las capitales regionales y sus localidades cercanas, como hemos vivido en carne propia en Colchagua y Cardenal Caro frente a Rancagua y la provincia de Cachapoal. Por otra parte, los Gobiernos Regionales podrían contar con un Consejo o Parlamento que esté llamado una participación política más activa, con la posibilidad de establecer de normativas propias, y no limitado a la votación y aprobación de proyectos y presupuestos locales, como sucede actualmente. Debe existir, además, una efectiva transferencia de competencias del Gobierno central a organismos regionales.
Estas son solo algunas ideas que podrían ser abordadas en la futura Constitución. Por cierto que son muchos otros los aspectos que deben ser tomados y garantizados por la futura Carta Magna. Lo cierto es que Chile ha marcado definitivamente una nueva ruta para su futuro, y lo hará en una casa que genuinamente nos represente a todos. Chile tendrá una Constitución democrática, y es el triunfo de los miles de chilenos y chilenas que salieron a las calles de manera pacífica.